La Boombilla cumple un año

¡La Boombilla cumple un año!

Cuando estamos ocupados, el tiempo vuela. ¡Y si no, que me lo digan a mí! Hoy he llegado a la oficina, he revisado mi agenda y cuando me he parado a mirar el día que marca el calendario, casi no podía creerlo. ¡La Boombilla cumple un año!

Ha pasado oficialmente un año de aquel «mamá, papá, quiero ser freelance».  Quizás fue una de las decisiones más complicadas que he tomado en mi vida: salir de la zona de confort y asumir esta aventura, pero, un año después, no puedo sentirme más orgullosa de haberlo hecho. La semana pasada celebraba mi 30 cumpleaños y no pude evitar pensar en aquel deseo que tenía cuando aún estudiaba en la universidad, de trabajar para mí misma antes de poner un pie en la tercera década. No fue algo milimétricamente planeado, pero al final las cosas salieron así de manera natural: simplemente sentía que era el momento de hacer algo nuevo por mí misma, y de pronto fue como si las dudas se disiparan entre una espesa niebla, haciéndome ganar seguridad.

Por aquel entonces no era plenamente consciente de todo lo que aquella decisión significaría. Y quizás por eso la tomé con tanta seguridad (¡bendita ignorancia!). Sí perdí más tiempo del que me huebiera gustado en tratar de imaginarlo (qué le voy a hacer, siempre he sido una soñadora) pero la realidad siempre supera a la ficción y hasta que una no experimenta en primera persona eso de «parir» una idea y luchar por hacerla viable, resulta prácticamente imposible ponerse en situación.

Hace un año era incapaz de imaginar la gran cantidad de noches en vela que se me venían encima, los dolores de espalda, el estrés por llegar a tropecientos mil asuntos diferentes a tiempo en  los meses de temporada alta… Pero tampoco sospechaba lo mucho que esta experiencia me haría crecer personal y profesionalmente. Y es que, cada uno de los trabajos que este año he llevado a cabo, me ha dado la oportunidad de luchar por sacar lo mejor de mí misma: por actualizarme constantemente (el sector de la comunicación avanza a un ritmo cada vez más frenético), por aprender a enseñar, por ser más creativa, más paciente, más realista; por trabajar sin descanso hasta hallar una solución a cada problema, y sobre todo, por ser diferente y capaz de reinventarme una y otra vez.

365 días de aprendizaje

Si tuviera que definir este año con una sola palabra, eligiría «aprender». Porque hace un año, tampoco calculaba lo rápido que tendría que adaptarme a tantas nuevas situaciones. He tenido que aprender a venderme a mi misma -probablemente una de las asignaturas que más me han costado-, a valorarme más como profesional y a desconectar de vez en cuando -parece fácil, pero no lo es en absoluto-. También he tenido que aprender a desechar ideas (¡con lo que cuesta verlas irse por donde vinieron!), a seleccionar proyectos, y escoger únicamente aquellos con los me siento cómoda…

Pero sin duda, lo más importante que he aprendido es a mirar atrás con perspectiva y a ser agradecida. Nunca habría llegado hasta aquí sola, y por ello quiero dar las gracias a esos primeros clientes que confiaron en mí (algunos de ellos se han convertido en grandes amigos); a esas personas que me tendieron su mano desinteresadamente; a Marina, que se subió al carro de este proyecto cuando ya estaba en marcha y no tardó en alcanzar la velocidad de crucero; a todos los colaboradores que he encontrado por el camino y con los que he disfrutado tanto trabajando; a Ana, mi gestora: por su infinita paciencia y su gran capacidad para explicarme cada proceso legal en lenguaje de rubias; a Hugo, que, además de pintar y taladrar dos oficinas, ha arrojado mucha luz a esta aventura en los momentos de mayor oscuridad, y por supuesto, a todos mis incondicionales (familia y amigos), que siempre están ahí para sacarme una sonrisa o hacer un poco de terapia dándole a la sinhueso.

Ha sido un año explosivo y la aventura continúa. ¿Qué nos deparará el 2018? Tiene pinta de que también será entretenido. 😉

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